CON LA LOGÍSTICA ADECUADA, ESTE RECORRIDO DE DOS DÍAS, IDA Y VUELTA DESDE CASTRO,
POR TIERRA Y MAR, EMULA LAS ANTIGUAS RUTAS QUE HICIERON LOS JESUITAS EN LA ZONA Y
PERMITE CONOCER UN CHILOÉ MUCHO MÁS RURAL. TEXTO Y FOTOS: Sebastián Montalva Wainer. Fuente: Emol.com

 

En un mundo aún más conectado, este circuito podría ser un rutero esencial para cualquier visitante de Chiloé. Uno podría salir por tierra de Castro hacia Dalcahue, de ahí cruzar en barcaza hacia la isla de Quinchao, avanzar por la carretera y a la altura de punta Chequian, cruzar por mar hacia la isla de Quehui, para luego continuar hacia las islas Chelín y Lemuy, y desde allí volver al continente, por Chonchi, para finalmente regresar a Castro (ver mapa de este artícuilo)

Un circuito lleno de historia que, lamentablemente, tiene un pequeño “problema”: no hay lanchas regulares que hagan
todos estos cruces, Lo bueno es que, en rigor, este obstáculo no es infranqueable: si uno llama con anticipación —ideal un mes antes— a Patricio Alarcón, fundador de Turismo Quehui, una agencia turística con base enla isla del mismo nombre,la logística queda resuelta por completo.

“Este viaje requiere planificación. Los extranjeros que vienen siempre programan sus viajes bastante tiempo antes. De
un día para otro no se puede hacer”, advierte hoy Alarcón, quien hace años conduce la llamada Ruta Circular de Chiloé, un viaje de dos días que emula las antiguas rutas que hacían los jesuitas para evangelizar esta zona y que, al mismo tiempo, permite alejarse de las muchedumbres que suelen repletar las calles de Castro —sobre todo en verano— y acercarse a un mundo chilote mucho más rural.

Todo comienza en Castro, como decíamos, desde donde se avanza en camioneta por unos 25 minutos hasta Dalcahue
Allí, tras la visita a su plaza, iglesia y cocinerías de rigor (¡qué rico se come en Chiloé, insistamos!), se toma la barcaza
regular hacia la isla de Quinchao y, entonces, comienza un viaje mucho más tranquilo y silencioso.

Los hitos principales son, desde luego, las iglesias, como la de Curaco de Vélez, con su forma de A, ola del pueblo de
Quinchao, la más grande de todo el archipiélago, pero también los mercados de artesanías y venta de productos como los gigantescos ajos chilotes o las papas nativas.

El objetivo es llegar hasta Punta Chequian, donde hay un monumento que recuerda a los primeros jesuitas que se
establecieron en el archipiélago, Melchor Venegas y Juan Bautista Ferrufino. Eso fue en 1608:

Es en Chequian donde se requiere de la logística de la que hablaba Patricio Alarcón: un lanchón chilote particular que
cruza hacia la isla de Quehui, en una hora de navegación.

Tras pasar una noche en Quehui, al día siguiente corresponde visitar esta pequeña isla que todavía se siente como un
descubrimiento. La idea es recorrer sectores rurales como Peldehue, San Miguel y Los Ángeles y, junto a Patricio Alarcón,
conocer la vida y obra de auténticos pobladores chilotes que todavía trabajan como carpinteros de ribera o herreros.

Desde Quehui se continúa en lancha (solo 15 minutos) hacia Chelín, otra ínfima isla que vive del cultivo de choritos, la
extracción de algas y la agricultura, y que también tiene una iglesia patrimonial, de color blanco y celeste.

A esta altura, los 360 grados de la ruta circular ya se están completando. Desde Chelín, se navega nuevamente en
lancha hasta la isla Lemuy, bastante más grande, y donde comienza a sentirse una especie de “regreso ala civilización”. En
Quehui y Chelín, ciertamente, todo es mucho más rural.

Avanzando por los característicos caminos ondulados de Lemuy, se llega a otro de los grandes hitos de este circuito, la
iglesia de Aldachildo, otra de las 16 que son Patrimonio de la Humanidad y una de las más notables por su ubicación cerca del mar.

Tras la visita de rigor, solo queda acercarse al sector de Chulchuy, donde se toma la barcaza regular hasta Chonchi, pueblo reconocido por su arquitectura chilota de tres pisos, con fotogénicas fachadas de madera, y donde también hay una iglesia patrimonial. La ruta circular, entonces, ha llegado prácticamente a su fin. Desde Chonchi son 24 kilómetros hasta Castro. Esta vez por tierra, y casi en línea recta.